12 de marzo de 2009

NUESTROS HIJOS... Siempre un poco más!

Escribe, Candela O'BRIEN OJEDA*

“… que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca…” escucha la niña a su madre, cuál si escuchara a Serrat; y recuerda que hace un rato nomás el vecino emuló su gesto y su madre, (la que ahora la reprende con tanto ahínco), sólo se puso un poco más seria. Esa niña ha observado, como tantos otros niños, que su madre o su padre quieren de ella siempre “un poco más” que lo que esperan de otros niños.

Aún antes de concebirlos sueñan con que sus hijos sean “perfectos”, pensándose ellos como pudiendo ser “los mejores papás” y buscando corregir todo aquello que no aceptaron de sus propios padres.
Luego del nacimiento, al establecer una relación entre la representación psíquica del niño o la niña que esperaban y el niño o la niña que está ante ellos se encuentran con que vivencias no elaboradas, hacen intolerable la diferencia entre el hijo o la hija que han soñado y el real, sintiendo cada diferencia como una “falla”.

Intentan que sus hijos respondan a lo que suponían que sus propios padres esperaban de ellos e impiden, de este modo, que las verdaderas capacidades, necesidades y deseos de sus hijos puedan tener espacio para desarrollarse.
Esa mirada sobre el hijo lo va determinando, y generando un exceso de expectativas sobre el mismo.
Cuando comparten con otros niños se muestran intolerantes con las equivocaciones de los propios, mientras que aparecen más flexibles con los otros.
El hijo va perdiendo motivación propia y las dificultades son sentidas como fracasos. Es colocado en el lugar de prótesis inconsciente de sus padres.

El amor por nuestros descendientes puede hacernos quererlos sin imperfecciones ni desaciertos, siempre listos para todo, sin distracciones ni pausas. Nos encontramos pidiéndoles madurez, responsabilidad, tranquilidad, paciencia en grandes dosis y a muy corta edad. Les pedimos estabilidad emocional, adaptación a los cambios, pulcritud y orden cuando no alcanzan el metro de estatura. Con otros niños podemos ser más tolerantes y pacientes que con los propios y disculparlos por su condición de niños.

Nuestros hijos parecen tener que responder a un ideal que no sólo los limita y condiciona sino que muchas veces produce justamente lo contrario de lo deseado. Es interesante reflexionar sobre nuestro rol como padres y el vínculo que entablamos con nuestros hijos para acompañar de la mejor manera su crecimiento, aceptándonos con buenas intenciones, pero con ciertos errores, transmitiendo siempre algo de nuestra historia y aceptando al hijo real, ese que amamos y nos ama.
*María Candela O'BRIEN OJEDA es Lic. en Psicología. Atiende en INDENEU Ciudad de 9 de Julio Buenos Aires - Argentina.

“Nada ni nadie podrá impedir que sufran,
Que las agujas avancen en el reloj,
Que decidan por ellos, que se equivoquen,
Que crezcan y un día,
Nos digan adiós”
( Serrat, Esos locos bajitos)

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