Escribe, Analía Tolosa*
Al parecer, todos acarreamos con nosotros una tensión innecesaria durante el día y a veces incluso cuando dormimos. Advirtamos o no la tensión, lo que con frecuencia sentimos son sus efectos: jaquecas, rigidez, dolores y malestares, indigestión a veces, o una falta de energía y una sensación general de cansancio, que no se va durante la noche. Cuántas veces describimos estos síntomas al doctor, quién al terminar la consulta nos dice: Es la tensión, tiene que relajarse!DESCUBRA SUS PROPIAS ZONAS DE TENSIÓN
En pocos minutos podemos aprender a reconocer nuestros propios hábitos de tensión lo cual ya es la mitad de la batalla.
Cómo descubrirlos:
¿Cómo estoy sentado ahora, en este mismo momento? Las cejas. ¿Están juntas, formando un ceño de concentración? ¿Los ojos están entrecerrados?
Y ahora la boca.
¿Labios fruncidos o apretados? Y los dientes, ¿firmemente apretados, tensando el maxilar?
Nuestra confianza en la capacidad de relajación puede estar desvaneciéndose, y todavía no llegamos al cuello.
A no preocuparse, hay esperanzas.
¿Tenemos el mentón hacia adelante, tensando la garganta y la nuca?
Los hombros, (donde la tensión hace estragos) ¿están levantados, aunque sea levemente, hacia las orejas? Si no estamos seguros, levantarlos y bajarlos varias veces nos permitirá ver la diferencia. El aire de nuestra respiración, ¿fluye o no, con facilidad, hacia adentro y hacia afuera?
Ahora sigamos con los brazos. ¿Están apretados contra el cuerpo? Si tenemos una mano libre, ¿está tensa y cerrada, aunque sea suavemente? ¿O los dedos están rígidos y rectos o sólo el pulgar tieso hacia arriba? Tratemos de dejar las manos flojas desde la muñeca y darles una pequeña sacudida antes de seguir.
¿Y la espalda? Seguramente acaba de enderezarse. ¿Estamos tiesos como soldado o arqueando la parte inferior de la espalda? Y nuestro abdomen ¿está tan apretado hacia adentro que resiste al suave subir y bajar de la respiración?
Llegamos a las piernas. ¿Están cruzadas, tal vez con los pies entrelazados? Éstos, al igual que las manos, acumulan especialmente la tensión. ¡Y el cuerpo sabe muy bien cuándo los pies son desdichados!
A RELAJARSE
No debemos desalentarnos si tenemos muchas o casi todas estas áreas de tensión.
Todos sabíamos instintivamente relajarnos cuando éramos bebés, y nuestros cuerpos pueden volver a aprenderlo, cualquiera que sea nuestra edad o estado de salud.
Con los años hemos desarrollado nuestro propio modelo individual de tensión, de modo que debemos darnos tiempo para modificarlo. Con la práctica recuperaremos la capacidad para hacerlo.
Al igual que con el ejercicio físico, debemos trabajar con la relajación (son necesarias una práctica constante y paciencia para lograr los resultados apetecidos). Finalmente, se transforma en una segunda naturaleza, y los hábitos de relajación reemplazan a los hábitos de tensión. Vale el esfuerzo.
Cuando estamos tensos y bajo estrés, nuestro cuerpo está preparado para la acción, los latidos del corazón y la presión de la sangre aumentan, los músculos se tensan, se reduce el flujo sanguíneo a los órganos y a la piel (por eso palidecemos). También se incrementa el nivel de cortisona, lo que significa que si el estado de tensión es constante, los mecanismos de inmunidad y la capacidad para combatir las enfermedades quedarán afectados, y estaremos más propensos a contraer enfermedades.
En la época actual raramente realizamos la acción para la cual nuestro cuerpo se ha tensado: luchar o huir. Sería bastante antisocial ir por ahí golpeando a los que nos molestan o huyendo de una entrevista que nos atemoriza. Al quedarnos paralizados en estado de tensión, terminamos con dolores y molestias.
Sin embargo, está demostrado que durante la relajación los efectos de la tensión se pueden invertir. Los latidos del corazón y la presión sanguínea disminuyen, las reservas energéticas aumentan, el ingreso de cortisona se reduce y, por supuesto, desciende la tensión muscular.
Es bueno conocer la teoría, pero mejor aún es descubrir uno mismo los resultados prácticos. El más obvio, es que al final de una clase de Yoga Vital y de relajación los alumnos declaran que se sienten llenos de energía, aunque sólo hayan podido seguir el comienzo de la clase. También manifiestan que les ayuda a dormir sin tener que recurrir a somníferos; y además descubren que son capaces de actuar por sí mismos de tal forma que su moral aumenta y tienen una creciente sensación de confianza y bienestar.
Aprendamos a relajarnos y a vivir con plenitud!
*Analía Tolosa
Centro Ananda de Yoga Vital
Sede Oficial de la Escuela Latinoamericana de Yoga
www.docentesyoga.com/centroananda
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